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SPEED BALL

SPEED BALL

La noche que murió River Phoenix había muchachitas muy afectadas en los bares. Recuerdo que corrieron torrentes de rimel barato y sollozos de cachemir. Se agotaron los clínex y los mocos, y las copitas de vodka con lima.  

Los rentistas del llanto femenino sacaron partido de sus hombros. Lograron rozar con sus labios la tibieza de un cuello que palpitaba a cada sollozo, para llevarse luego a la boca aquel poso dulzón y pesado de don Algodón, que era el perfume favorito de las hijas del SuperPoP, y se quedaba impregnado en las yemas de los dedos acompañando a otras secreciones más íntimas e inaccesibles.

- Te regalo un chinito de la suerte si dejas de llorar.

Pero la niña seguía con la mirada ausente, con su flequillo cardado y su rimel barato,  invocando entre lamentos las películas del guapo, la del  chapero que sufría narcolepsia en carreteras secundarias de Idaho, la del bronceado en la costa de los mosquitos. El niño guapo que nunca sonreía ni se soplaba el flequillo.

Infarto, dijeron los primeros informativos, infarto de efedrina, coca y caballo.

Dicen que entró al local con su novia de la mano, en la otra llevaba una guitarra. Pacto de silencio en Viper Room, versiones confusas de las superestrellas, yankis adolescentes, politoxicómanos que al parecer no vieron nada.

Al parecer Johnny Depp no le dejó tocar aquella noche de Halloween porque en el escenario se movían convulsas todas las jóvenes promesas de Hollywood y no quiso cortarles el rollo. Entonces al guapo le entró tal berrinche que decidió refugiarse en el baño para tomar todo lo que cayó en sus manos.

Tras el pelotazo empezó a encontrarse mal. Algo no le funcionaba bien. Le faltaba el aire y pedía ayuda con los ojos desorbitados. La mano del diablo le suministro un valium que en lugar de calmar los potros desbocados que trotaban por sus arterias detonaron tres ataques epilépticos.

Nadie sabe a ciencia cierta si salió del baño por su propio pie, o si bien lo arrastraron ya cadáver hasta la calle. Allí estuvo tendido sobre el asfalto durante al menos un par de minutos, hasta que le sobrevino un infarto.

No respondió a los primeros auxilios, ni a los tortazos de reanimación que le propinaron sus amigos y el personal de la ambulancia que acudió en su ya imposible salvación.

Después nada. Absolutamente nada. Silencio y un altar improvisado en el asfalto con velas y sus tomas más agradecidas, el mismo altar de siempre, los plañideros de siempre pasando frío y enjugándose las lágrimas con la mirada perdida.

Turistas pasan por allí, y se hacen una foto sobre su muro de piedras negras…y las muchachitas afectadas, las niñas de don Algodón, que ya no tienen consuelo porque la muerte del guapo se hundió en el olvido y porque Hollywood tiene una habilidad especial por sacudirse la mierda marginal de encima. Sino ¿de qué?, ¿acaso no piensan que si la muerte de este muchacho les fuera rentable no hubieran filmado una película de homenaje?. Hipócritas.

VIRUS

VIRUS

Terminas de explicarle al nene, por enésima vez, las oraciones impersonales. Antes de irte, con el abrigo en el antebrazo y tras consultar el móvil, el nene mira al techo de su habitación, suspira, luego menea la cabeza en dirección al portátil y dice: “ algo le pasa a mi ordenador”. Ahí empieza todo.

Te acercas al ordenador, lo enciendes con la esperanza de soltar un diagnóstico apresurado, porque te mueres de hambre, son las ocho de la tarde y llevas ya doce horas fuera de casa. El nene menea su naricilla frente a la pantalla, te retira el ratón de la mano “mira”, dice, y te enseña el quesito del disco duro a rebosar. Inevitablemente piensas: emule, carpetas de onanista con acné, películas de sopapos y discos de Estopa, “joder”, le recriminas, “lo tienes a tope”, y el nene te mira triunfante, “ que va”, dice, “ayer mismo grabé todo en estos deuvedés”.

“Está de coña”, piensas, “no es capaz de localizar un puto Objeto Directo así que vamos a ver lo que tiene por ahí”.

Son las ocho y diez, y a cada carpeta explorada ves que el puto crío tiene razón, no hay nada en su disco duro, los vídeos de coches tuneados pegándose piñazos, las fotos de su campamento de verano, las pelis porno, la discografía de Pereza, todo ha sido almacenado en una torreta de cedés.

Te acomodas en la silla, algo pasa, el desfragmentador es un arco iris con ausencia de verde, las carpetas deben pesar 10 GB y el disco duro presenta 50 llenos. Terminas dándole la razón, algo le pasa al ordenador. “Internet tampoco me va”, se lamenta, “¿sabes formatear ordenadores?”.

“Sí”, contestas, y a continuación piensas que tu lengua, en numerosas ocasiones, mejor estaría metida en el ojo del culo. Y todo se desencadena en un instante. La petición que el nene ha barruntado durante toda la hora ha tomado cuerpo, y por su expresión triunfante parece haber recibido ya una respuesta. “Hay otras soluciones para esto”, murmuras, pero el nene menea la cabeza, “no me importa perder archivos”, asegura,”lo he grabado ya todo”.

Y entonces piensas en su madre, en la factura que le pasas a fin de mes por las clases de lengua y en el trabajo extra que te espera. A modo de tregua, antes de lanzarte a la piscina entonas un “mañana vengo un ratín y lo miramos más a fondo”.

El nene queda satisfecho, te despide en la puerta de su casa con una sonrisilla en los labios, y al día siguiente madrugas, a la misma hora que los cuatro anteriores, pero piensas en la ducha, “qué coño, hoy es viernes” y a las once de la mañana  empiezas a elaborar una composición de lugar para el puente que espera, y te acuerdas del nene, y miras Internet, y te enteras de que hay virus que replican carpetas hasta la nausea y de los bloqueos de sectores de memoria y mil cosas que ni entiendes ni quieres entender. A tus espaldas el alumno aventajado de la clase pica código junto a la ventana, puedes levantar tu culo de tu silla, ensayo fallido de ergonomía, dar cuatro pasos y abordarlo por la espalda mientras se pelea con un programa que es para ayer, en lugar de eso le mandas un correo interno, con salutación y una breve explicación del fenómeno del disco duro lleno sin estarlo. Send mail y esperas respuesta, mientras le contemplas el bombo a una compañera preñada que también está picando un programa que es para antesdeayer.

Sabes que  habrá respuesta al correo, y en efecto llega una en la que se sugiere linux y a modo de coña montarle una red invisible al nene para robarle sus archivos. El fenómeno del disco duro sin estarlo le es familiar al alumno aventajado, él ha visto cosas que nosotros no podríamos ni imaginar, amaneceres de datos en los bucles de javascript, todas esas compilaciones se perderán, como caracteres ascii en mitad de un documento con formato.

Sales del trabajo, mal comes y guardas la ropa en casa metiendo los drivers del cacharro del nene en el pincho. Caminas hasta su casa consciente de que al menos te quedan tres horas más para inaugurar el dichoso puente de la Constitución.

Medidas drásticas: las más efectivas. Formateas el cacharro conmovido por los ruegos del nene. Pasas una tarde encerrado en su cuarto bebiendo cocacola y comiendo doritos de queso en una cesta de mimbre. Su madre asoma por la puerta de vez en cuando, “no necesitamos nada” dices, “solo un poquito de paciencia”, piensas. Mientras tanto el nene aporrea las teclas de su teléfono móvil, charlas insustanciales con sus compañeros de clase de las que te hace partícipe, sin tú quererlo. Pero te enseña la pantallota azul mentolada de su móvil 3G, o como coños sea. Te importa una mierda, pero el nene se escojona de la risa cada vez que lee un mensaje nuevo, y piensas en la factura mensual que el nene debe cargar a la cuenta de sus padres mientras descomprimes ficheros y ejecutas interminables procesos de instalación.

Al nene se la trae floja que su disco duro palpite bajo el azote de mil virus, le importa tres cojones exponer sus archivos a cualquier lammer o que la impresora quede a punto para publicar tres Quijotes enteros tras media hora de configuración. Cuando acabas de ejecutar el último driver caes en la cuenta del desastre, piensas en ese cedé de linux que no has metido en el bolsillo, en el alumno aventajado y en la madre que parió a paneque.

Disco de windows pirata, office y demás aplicaciones bien dispuestas y SE TE HA OLVIDADO EL EJECUTABLE PARA EL LAN.

El nene tiene la mirada vidriosa, ensaya un amago de llanto cuando ejecuta el Messenger(su aplicación favorita) y aquello no responde. Busca el icono del ‘chupa-chups”, así lo llama, junto al área de notificación, y no lo encuentra. Tú tampoco lo encuentras, “cómo cojones lo vas a encontrar”, te dices, y maldices tu suerte mil veces mientras el jodío nene te mira con expresión severa, como diciendo “eres un perfecto inútil, tres horas aquí para nada”. Luego entra la madre en el cuarto, que tras un par de horas huele a sobaco y desencanto, “¿te va ya Internet?”, pregunta, y recibe un “no” por respuesta que no sale de ti, sino de la vocecilla lastimera y derrotada del nene. Y es que a la madre le interesa la educación del nene. Ella no entiende de ordenadores, aunque se consume durante ocho horas en un edificio de la administración pública rellenando formularios sobre una pantalla verde cuyo uso ha aprendido a base de cocotazos según explica. Y es que la madre interpreta,  después de alguna charla subvencionada por Telefónica acerca de las nuevas tecnologías en el salón de actos del Colegio, que Internet es beneficioso para su hijo, un apoyo a su aprendizaje y por ende, desde el día de su instalación, resultando fallidos todos los anteriores, el mejor acicate para mantener a su cachorrillo en casa en lugar de perderlo en algún parque haciendo botellón o comprándole caramelos con droga a gitanillos siniestros.

Entonces optas por una retirada a tiempo, ya no hay nada que hacer allí, salvo aguantar el silencio del nene y los consuelos desesperados de esa madre preocupada por el bienestar de su cachorro " tranquilo hijo, puedes pasar el puente sin Internet".

La escena te conmueve, por un instante piensas en bajar a un ciber, meter el dichoso driver en el pincho, subir a su casa de nuevo, configurar la wifi los cojones y tirar para tu sofá con la satisfacción del trabajo bien hecho sobre las espaldas, pero es que te arden las retinas, has nacido para masticar tabaco y derrota a dos carrillos. Te metes la lengua en el culo y te despides con un “hasta pronto, volveré, todo irá bien cuando regrese”. Has pasado tres horas en un templo de la masturbación, sin poder fumar y bajo una bandera del barsa. Te has roto los cojones dejando el PC del puto crío a punto y es como si no hubieras hecho absolutamente nada.

Conclusiones:

1º Conoce mejor a la gente.

2º Dales solo lo que necesitan, el resto les sobra, no te lo agradecerán.

3º Escribe para desahogarte.

4º Menos despistes.

 

 

 

 

 

miedo

miedo

Me dices : no te preocupes, y cuando lo dices comienza la preocupación, porque antes de que lo dijeras no existía, ni siquiera era una sospecha, pero me dices: ‘no te preocupes, descuida’, y yo no estoy dispuesto a descuidar nada, precisamente ahora que debo cuidarlo todo y vamos cuesta abajo, ¿lo sabes no?.  Ya no vamos descalzos por ahí, hay muchas cosas por las que preocuparse, así que no me jodas, me preocupo si me da la gana, de nada me valen tus consejos, quiero soluciones, y me basto yo solo  para encontrarlas

Si un tipo como tú me dice ‘no te preocupes’ es para echarse a temblar, es como el practicante que me pinchaba el culo de pequeño, la segunda te la pongo sin doler – decía-, no te preocupes, y era aún peor que la primera, salía uno de allí apretando los dientes y conteniendo el llanto ante las niñas que esperaban en la salita su turno con engrudo de miedo en el ombligo. Las niñas buscaban tus ojos para ver si en realidad dolía o bien era como les habían dicho sus padres, un pinchacín de nada. Pero uno le echaba un par,  y componía la cara entonando un hasta luego despreocupado al que solo respondían las mamás.

A mí ya me han pinchado el culo mil veces, maldita alergia de los cojones. Subía las escaleras solo, bajo aquellas luces sin tulipa. Los sillones de la sala de espera eran como de plástico verde y había un diploma en la pared con el nombre del pinchaculos en negrita. Se le oía toser al otro lado de la pared, revolver el instrumental de latón, charlar con algún vejestorio que luego salía cojeando de la consulta. Luego asomaba la cabeza y meneaba el cuello: vamos chaval, y uno le echaba dos cojones y lo acompañaba hasta la habitación de la casa reservada para las torturas.

Bajo la luz de un flexo, mientras observaba el gorgoteo viscoso de una especie de cazo plomizo, me bajaba aquellos pantalones de pana con rodilleras y ponía mis codos sobre la camilla, que olía a humanidad y acetona, aunque la calidad de su cuero era mucho mejor que la de los sofás de la sala de espera.

De cara a la pared intuía los movimientos del pinchaculos, todo a base de sonidos protocolarios, aunque las sombras que se proyectaban sobre la habitación ayudaban a no perderlo de vista, porque yo ponía especial empeño en estar atento a todos sus movimientos aunque los sabía de memoria.

Primero meneaba la ampolla, y la pulsera de su reloj tintineaba durante unos diez segundos, luego le daba dos toques con el dedo índice a la boquilla de cristal y a continuación la rompía, un chasquido peculiar, solo el cuello de una ampolla es capaz de quebrarse con ese ruido tan característico.

Por último aplicaba una gasa embadurnada con alcohol sobre la nalga, y aquello era agradable, fresco, aunque prologaba lo que vendría después, el dolor de mil demonios que te atenazaba el culo y parecía durar un siglo. - Ya está, ale para casa – decía el pinchaculos.

A veces te recibía con un amago de sonrisa en los labios y su aliento despedía un insoportable tufo a vino. Yo me alegraba por dentro de aquella eventualidad porque era cuando menos me dolían las inyecciones y además te soltaba un sugus que te ibas masticando de vuelta, con el culo dolorido.

En fin, mil veces tuve que soportarlo, mil veces caminé con el miedo en el ombligo hasta la casa particular en donde tenía su consulta, mil veces me dijo “no te preocupes” y mil veces me dolió.

Hubiera sido mejor que me hubiera dicho alguna vez : - te va a doler, te dolerá hoy, mañana y pasado, te va a doler siempre chaval, así que aguanta porque tienes dos cojones y no te queda otra - , sin embargo no lo hacía, no lo hacía el maldito cabrón, y si me ponía dos me decía: ‘no te preocupes, la segunda te la pongo sin doler’.

Como te decía, es para echarse a temblar…..tengo derecho a preocuparme.

JOHN LEGEND - PRIDE

Lo que convierte una joya en canción y una canción en leyenda:
Ey!!, President : te observamos de cerca……estamos muy atentos…….

HELTER SKELTER

HELTER SKELTER

La expresión helter skelter no tiene una traducción literal al español. El significado más aproximado equivaldría a ‘frenético’, ‘atropellado’, ‘agitado’, cualquier acto o movimiento que se ejecuta sin ningún sentido ni causa aparente.

Helter Skelter puede ser la hostia que te meto,  cuando me tocas los cojones, el tifón que levanta tres manzanas de casas o el discurso incoherente del borracho. A elegir.

También es el nombre de un tobogán en espiral que se puede encontrar en los parques británicos, incluso en ocasiones la expresión se usa para calificar el desorden, la inercia,  o una fuga en desbandada.

Helter Skelter es una de esas canciones con historia universal y leyenda aún viva, trono reservado a muy pocas, dicho sea de paso.

Somos conscientes, y más por estos sitios, de que todas las canciones tienen una historia particular que a nosotros ahora no nos ocupa, es más, nos resulta del todo indiferente lo que sonaba en aquella verbena de verano (el puto verano de tu vida), cuando aquella muchachita se dejó hacer bajo las faldas.

Helter Skelter. Sí. Decíamos.

Los Beatles la compusieron para su WHITE ALBUM, 1968, durante una noche regada de alcohol y drogas (18 de julio, Abbey Road).

Paul McCartney quiso ‘disculparse’ con esta canción por su fama de compositor de temas lentos. Siempre fue muy vanidoso, con ese puntito flemático y amariconado que a mí me sigue sacando de quicio. El gran lord, tan distante del resto, nunca encajó demasiado bien las críticas que le apuntaban como el rostro ñoño de los Beatles.

 Unos días antes de meterse en el estudio había leído como la prensa ‘especializada’ arremetía contra un tema de los Who calificándolo de esquizofrénico, así que decidió superar el desafío y darle una vuelta de tuerca más a esa forma tan peculiar de rasgar las cuerdas.

Como siempre ocurría se les dejó total libertad, eran los Beatles, se les permitía todo en el estudio de grabación, así que aquella noche se descontrolaron y empezaron a componer.

Cuentan que Lenon, bastante pasado de ácido, montó pequeñas piras en el estudio de grabación mientras grababa esos alaridos tan característicos de la canción. La batería se desbordaba  por todas partes, hubo que superponer dos grabaciones de percusión, pero los riffs se dejaron como estaban.

A parte de ser la canción más agresiva de su extenso repertorio también es la de mayor duración: la original dura el lisérgico recorrido de 27 minutos. La que ha llegado hasta nosotros es una versión muy reducida que hubo que adaptar a tamaño convencional para su inclusión en el White Album.

La versión de 27 minutos jamás se ha emitido en público, esto alimenta la leyenda, claro está, porque la cinta existe, y mientras unos aún se andan preguntando por qué no ha salido a la luz, otros donarían al menos uno de sus testículos por escucharla.

La letra ha sido interpretada de muchas maneras, aunque Lennon, desmitificando un poco el asunto, declaró que se trataba de una evocación alucinógena de un viaje en tobogán o la sensación que provoca el descenso por una montaña rusa.

Sin ninguna duda, quien mejor o peor supo asimilarla fue Charles Manson.

La expresion “Helter Skelter” fue pintada con sangre de las victimas en las paredes de la mansion de Roman Polanski durante el asesinato de Sharon Tate y otros amigos en 1969, asesinato organizado por Manson, quien a la postre declaró haber utilizado la canción como inspiración de la matanza

Manson habló de ella durante su juicio, para él era la expresión del holocausto por venir y una digna manera de ejemplificar el alzamiento del pueblo negro contra el blanco.

Bendito Manson, te metería en la casa de algún compositor moderno para que montaras allí tu simulacro de holocausto con sus intestinos…..lástima de tercer grado….dichosos americanos.

U2 la recupera en 1988, tras el pelotazo del Joshua Tree. Suelen interpretarla durante ciertas noches y la banda decide rodarla en para abrir su  película-documental RATLE AND HUM.

Unos años después, recorrido el tobogán de arriba abajo, un tipo de Medina decide entrar en un salón de papel albal con ella. Mesas corridas, rostros abotargados, el peso de una decisión que quizás sea Helter Skelter, o quizás no. En todo caso exquisita elección.

Con dos cojones.

 

  

 Charles Manson robó esta canción a los Beatles.

Nosotros la hemos recuperado

 

Cuando llego al fondo

Vuelvo de nuevo a lo más alto del tobogán

Donde me detengo, y vuelvo,

Y me voy a dar un paseo

Hasta que llego al fondo otra vez

Y te veo de nuevo

 

¿No quieres que te ame?

Estoy descendiendo muy deprisa,

Pero estoy a millas de distancia

Por encima de ti

Dime, dime, dime, venga, dime la respuesta

Bueno, puede que seas un amante, pero no eres un bailarín

 

Atropelladamente, atropelladamente, atropelladamente

 

SE VA...

SE VA...

Ya se nos va, pensando quizás en ese último cigarro, el letal, el que lo ha tenido amarrado a la cama de un hospital todo este tiempo, quizás se marcha imaginando que conduce un Porsche sobre el asfalto de Daytona. El motor ruge bajo sus pies, la tribuna se estremece. Allí, aún lejos, lo está esperando la gata sobre el tejado de Zinc. Piensa agarrarse a su talle, no queda más remedio. La gata araña ahora, pero promete un final dulce, sin dramas, ni alivios de caricias. Miserable gata, préstale una de tus vidas.

Pero ya es tarde, y él desea morir en su casa, lo tiene todo arreglado. Serán días, no llegará a cuatro o cinco semanas. Cuando todo termine pleitearán por sus últimas voluntades. Hienas, mercenarios, hijos de puta que lo fotografían a la salida del hospital montado en una silla de ruedas.

Me cago en Brad Pitt, Tom Cruise y demás calaña mediática, me cago en los putos actores independientes, en los argentinos y en los bodrios asiáticos.

Aprended mariconas de mierda, se va uno de los grandes, y a mí me jode. Mucho.

 

 

 

QUIJOTE

QUIJOTE

Hubo un tiempo definido, apuesto siempre por él, no por la falsa asimilación de ahora. Tiempo: cambio, evolución, degeneración. Hubo un tiempo, digo, en el que pensé que la literatura podría salvarme y ayudarme en eso de entender el mundo.

Caí en la trampa. Pensé que la literatura lograría compensar todo aquello que me escamoteaba una vida insuficiente que nunca me gustó vivir.

En ninguna de sus absurdas manifestaciones me veía integrado. Todo cuanto me rodeaba se me antojaba absurdo e irritantemente vulgar. Era una actitud muy ingenua, la verdad, que afortunadamente ya no me acompaña.

Hasta hace bien poco he comentado con orgullo que mi relación con los libros comenzó cuando ni tan siquiera había aprendido a leer. De niño usaba los volúmenes como entretenimiento para mis juegos. Apilaba los libros en torretas para saltar sobre ellos o para construir fortines inexpugnables de papel.

En aquel cuarto de juegos de la casa de mis abuelos, en aquel ambiente de sordidez literaria, en algún maldito momento debí abrir el primer libro dispuesto a dejarme embaucar. Quizás mi ánimo estaba ya predispuesto antes de que leyera la primera línea. A mí la vida me dolía, y me sigue doliendo, lo que ocurrió fue que la literatura acentuó aún más todos los males que yo atesoraba.

Tempranamente llegué a pensar, - ya infectado de cierto desencanto-, que la literatura me estaba curando, pero ahora que lo pienso era realmente espantoso levantarse deseando ser un insecto rechazado, eso no es ser un buen lector, eso es ser un idiota influenciable.

La primera hostia que se llevó mi vanidad lectora fue una tarde de domingo, en el desaparecido café Maravillas.

Allí nos habíamos citado - dos semanas empezado el primer curso universitario - aquellos que salíamos de nuestros cuartos empapados de candidez y de literatura. Descubrí que había gente mucho más leída que yo, aunque la mayor parte de nosotros nos esforzamos aquella tarde en resultar interesante para el resto. Ahora que lo pienso estábamos realmente infectados, enfermos de literatura.

 Todos y cada uno de nosotros portábamos una insignificante historia, libros de familia convencionales, sin sobresaltos, ninguna muerte de por medio, ni dolores de muelas, ni accidentes de tráfico.

Estrenábamos nuevo viaje con las maletas vacías y los ojos como platos. En el rostro de cada uno yacía calcada la misma expresión lerda y devota de una vida por estrenar.

Aquella noche, ya en la cama y dispuesto a dormir, sentí el arrullo de nuestra conversación en mis sueños y tuve como un calambre estremecedor. Por enésima vez en mi vida me sentí satisfecho con mis actos y caí en el sueño de los justos, o de los imbéciles. Que todo tiene su vuelta de hoja, mire usted.

En cierta ocasión intenté escribir una novela sin tener la menor idea de lo que quería contar. El resultado fue un puñado de párrafos inconexos en los que había pretendido fallidamente contarlo todo.

Como nunca me había parado a determinar la estructura, ni mucho menos un hilo argumental, empleé semanas intentando reparar aquel desastre.

Intenté cohesionar los párrafos, eliminé los adjetivos y aclaré fallidamente una sintaxis tan abrupta que apenas era capaz leer en voz alta cualquier frase sin perder el aliento.

Después de un tiempo, cuando todo el desastre hubo terminado, almacené todo en un archivo de ordenador y no volví jamás a aquellas páginas.

Entre tanto algunos me ofrecían sus textos para que los leyera. Confiaban en mi experiencia lectora, ¡ja!, y aguardaban mis recomendaciones con la intención de mejorar su estilo. Yo descubría, un tanto apesadumbrado, que ellos tenían estilo, yo no, ellos tenían ritmo, yo no, ellos tenían cosas que contar, yo, lamentablemente, NO.

ENTREVISTA A RICTUS, VICEMINISTRO DE LA ECONOMÍA DE SU CASA

 

Las cinco de la tarde. Rictus nos recibe en el salón de su casa. Parece tranquilo, aunque nos apremia para que acabemos la entrevista cuanto antes, según parece tiene que ir al Carrefour a comprar un poco de leche y aceite.

Después de unas frases protocolarias tomamos asiento.

 

¿Cree que la vivienda deja de ser el refugio del inversor?

Por supuesto, conozco un caso de alguien que no vende su casa ni para atrás, lleva al menos dos años intentándolo y ya ha rebajado el precio de venta en un par de ocasiones. No lo consigue. El otro día he leído un artículo que decía que los constructores de yates se resienten con la crisis inmobiliaria. Vivimos en un País de ostentaciones, los narcos del ladrillo se han comportado como auténticos idiotas. Tener un yate era su síntoma de distinción. Ahora muchos esperan en puerto seco, cellisca de un día de fiesta. Una pena.

El precio de la gasolina se dispara. ¿Advierte sus síntomas?

Evidentemente. Cada vez se hacen menos kilómetros repostando la misma cantidad de dinero. Yo a diario me desplazo unos 40 kilómetros hasta mi lugar de trabajo y soy cliente asiduo de las gasolineras.

El otro día observé a un individuo repostando ocho míseros euros. Lo más curioso era su aspecto, camisa de corte, reloj llamativo y cabello con brillantina, es decir, el típico tío que aparenta llevar doscientos euros en la billetera, pero lo realmente increíble era su coche: un BMW, supongo que en propiedad de su caja de ahorros.

Aquí rictus hace un gesto de mofa

¿La cesta de la compra se encarece?

Sí, es una realidad. Una docena de huevos, seis litros de leche, un bote de Cristasol y dos litros de aceite = 10 €. Esto es incontestable. Le invito ahora mismo al Consumer de aquí abajo a que me haga el carro de un mes. De 150 euros no baja.

Cambiando de tema ¿Aumenta el paro?

Conozco al menos tres casos cercanos que se han quedado en la puta calle durante los tres últimos meses. El último la semana pasada. Un empleado de Renault que trabajaba aparcando los coches en el hangar de la factoría. Mujer, un hijo de dos años, hipotecado por supuesto. Una tragedia. Por cierto, venía del sector de la construcción, así que mal le pintan las escasas ofertas laborales cuando se disponga a buscar trabajo

Hablando de hipotecas. El Euribor alcanza en Junio la cota más alta de su historia. ¿Es preocupante la situación?

Yo solo puedo decirle que en mi última revisión la hipoteca se encareció 90 € con respecto a la del año anterior. He tenido que aumentar la orden permanente un par de veces, y sumando. Al final me consumirá la nómina. Para entonces supongo que habrá que salir a la calle a golpear cazuelas.

¿Apretarse el cinturón o comprarse unos pantalones más ceñidos?

Creo que es lo mismo. Al español le gusta marcar paquete sople el viento por donde quiera que sople. En mi caso la tengo pequeña y no me la veo por culpa de mi tripón.

Sube el recibo de la luz. ¿Alguna recomendación para el ahorro?

Por supuesto, poner la lavadora por la noche, o no ponerla sin más. Calcetines y calzoncillos con dos vueltas. Trucar el contador, apagar la televisión y cenar a la luz de un vela.

¿Son eficaces las medidas sociales de nuestro gobierno?

En absoluto, el IRPF de un mindundi no da ni para pipas, el de un Directivo te soluciona un mes de hipoteca. Nunca me ha beneficiado el gasto social. Jamás he disfrutado de una beca, por ejemplo, o de ayudas para la adquisición de mi vivienda, ni beneficios fiscales por ser joven, travesti, tullido o politoxicómano. A veces pienso que trabajo para subvencionarle el alpiste a gente que vive mucho más holgadamente que yo.

¿Sería el PP un gobierno eficiente y responsable con la crisis?

Ni por asomo, los ricos más ricos, los pobres siempre pobres. Le repito que nunca me he beneficiado de ninguna ayuda con ninguno de los gobiernos de este País.

¿Qué hace para afrontar la crisis?

Horas extras, pocas copas y comer patatas cocidas

¿Te irás de vacaciones este año?

Jajajajajajajajajaja

¿Cómo solucionarías la crisis en lo particular?

Montando un geriátrico.

¿Y en lo general?

Eliminando a la población inactiva por encima de los 60 años.

Para terminar. ¿Cómo ve el futuro?

Bien. Yo de política no entiendo

 

 

 

Todas las mañanas. La misma puta mañana, me dices. Pienso sin saber por qué que París huele como tu piel, a talco y alcantarilla. 

Pasa un borracho, un negro en chándal, luego otro. Y los gorriones. ¿Qué me dices de ellos?. Míralos bien. Son prisioneros de las cúpulas, como tú. Algunos vienen a morir aquí, junto a los raíles de la Chapelle. Siempre es triste ver morir a un gorrión, ¿verdad?.

En uno de los bancos de la Rue de Rivoli hay un clochard que increpa a los madrugadores. Turistas japoneses. Las bocas de metro escupen gentes con vocación de bostezo.

Monet se lava los pies en el Sena, allí abajo, entre insulinas y bolsas de Mac Donalds. Cloacas, música de cañerías, el servicio de limpieza acaba de soltar las mangueras.

- Me emborracho hoy porque me espera una eternidad de privaciones – acabo de decirte. Y tú te has encogido de hombros. Has encendido uno de mis cigarros, con ese aire tan precario de actriz atormentada. Me has hecho pensar que en el cielo no hay putas, ni puestos de boquinistes para que los españoles compren burdas reproducciones de Lautrec.

A pesar de todo sigo paseando junto a ti, con mi veterano sombrero de fieltro. También lo llevaba ayer, y el primer día que puse un pie en esta puta ciudad. Han pasado cuatro años y siempre hay algún parisino encargado de ponerme en mi sitio. Incluso los perros callejeros rondan mi pernera para marcar su territorio.

París no se termina nunca. Nunca.

 Ahora sonríes, mientras hablo de las noches en Le Dome y los almuerzos en la bastilla. Sonríes desde la planta de los pies, enseñándole a la mañana tus caries y la negra espesura de tu garganta. Pero todo es  tan falso bajo este sombrero de fieltro…..todo es tan falso como tu sonrisa de alquiler. Creo que te pagaré lo convenido y te enviaré de vuelta al callejón donde te encontré.

Sí, allí debes estar, a las faldas de Notre Dame. Ese es tu sitio. Antes era un callejón sombrío. Tú eres aún muy joven, pero yo tengo una historia que contar a cada una de las putas de esta ciudad.

Cuentan que en cierta ocasión Henry Miller masturbó allí a una quinceañera que había conocido en el Marais. Antes de despedirse de ella terminó suplicándole que le diera sus bragas. La muchacha accedió, y Miller se las llevó a su casa, hechas un rebujo, dentro del bolsillo de su chaqueta.

Al cabo de dos semanas, durante una de sus visitas rutinarias al cementerio de Pere Lachaise,  usó las bragas para retirar el musgo acumulado en el falo que presidía la tumba de Oscar Wilde. Después las arrojó al suelo y las pisoteó hasta que se hundieron bajo el musgo que se había desprendido de la lápida.

Aquella mañana, después de orinar sobre la tapia del cementerio y deambular por el observatorio dejándose los ojos en los culos de las oficinistas, decidió escribir Primavera Negra.

Querido diario, ayer por la mañana me levanté muy temprano. La  muela me seguía dando guerra. El dentista me dijo que después de la endodoncia seguiría doliéndome unos días, así que no disparé las alarmas y me tomé un antibiótico de 800 mg que me tuvo apelelado gran parte de la mañana.

Por la noche fui con mi señora a cenar a un italiano. De camino al restaurante nos cruzamos con un todo a 100 abierto, así que decidí entrar para comprar una bandera de España de 2 x 1. El chino del mostrador, muy amable, me cobró 5 euros por la dichosa bandera.

En el restaurante pedimos una tabla de patés y quesos como entrantes, pan de ajo y una pizza de salmón. El comedor estaba lleno. A nuestra derecha había una despedida de soltera. Eran unas diez mujeres, ya entradas en años, vestían todas de riguroso luto excepto la novia, a quien le habían colocado una peluca de color fucsia y una camiseta con pollas dibujadas a mano.

Frente a nosotros había una pareja muy moderna, simulacro de los Beckham. Ella rubia de bote, excesivamente bronceada, con unas tetas supersónicas bajo una blusa blanca. No pude verle el culo, tampoco las piernas. Él parecía un cruce desatinado entre David Beckham y Nacho Vidal. Pecho-lata, pelo engominado con severos principios de pérdida, y serpientes tatuadas en los antebrazos.

Detrás de nosotros, junto al mostrador del restaurante, unas cinco personas de pie esperando su turno. Parecían buitres rondando la carroña de las mesas libres.

A nuestra derecha nada: la ventana. La verdad es que el sitio que nos reservaron no permitía muchas holguras.

El camarero era maricón perdido. Cuando le pedí la cuenta (mi señora estaba en el baño en ese preciso momento) me dijo – ahora mismo Rey – mientras me guiñaba un ojo.

Ya de vuelta a casa, mientras sorbía un granizado de limón en compañía de mi señora, nos cruzamos con un grupo de adolescentes que volvían del botellón.

Una viejecita que paseaba un caniche tuvo la mala fortuna de cruzarse en su camino. Los adolescentes, completamente turdas, increparon el aspecto del animal un buen rato. Ya cansados, cuando la viejecita desapareció por una esquina, continuaron su camino emprendiéndola con las papeleras y los contenedores.

La noche era fresca, pero el calor del resto del día se había quedado dentro de las habitaciones. Aproveché al llegar a casa para bajar al trastero y desembalar el ventilador.

Luego enchufé el ordenador y me bebí al menos dos litros de agua. Estuve un buen rato con la ventana del cuarto abierta de par en par. Había un fulano en la calle, dentro de su coche, esperando que bajara alguien del edificio. Debió de tirarse un cuarto de hora largo con las ventanillas del coche bajadas y todos los éxitos de estopa a todo gas. Yo esperé pacientemente a que su novia, su amigo, o su puta madre, bajara pronto y el individuo se fuera con su mierda de música a otro lado.

Debían de ser las dos de la mañana cuando decidí irme a dormir. Repasé entonces las tareas para hoy:

-          Montar el ventilador.

-          Poner la bandera de España en el balcón

-          Ver el partido.

Hoy también he madrugado. He estado planchando ropa gran parte de la mañana. El ventilador está ahí ya listo para su montaje. La bandera preparada.

Y sí, querido diario, creo que estoy orgullo de ser español, pero que hay cosas en este dichoso País que no me hacen ni puta gracia, una de ellas, por ejemplo, los españoles.

CRÉETELO PAPÁ, JUGAMOS UNA FINAL

Los chicos del 75 nos merecemos una alegría. Fueron muchas tardes, muchos veranos, siempre con buen tiempo, los primeros calores, las persianas a media altura, las ventanas entornadas, la corriente que levantaba las cortinas. En la calle un silencio sepulcral, ni tan siquiera los perros rondaban por las sombras.

El cabeza de familia en el salón, frente al televisor, con la radio pegada a la oreja, maldiciendo a los chavales de la selección, o los goles de los contrarios.

Fueron tardes amargas, siempre terminaban mal, un nudo en la garganta que duraba unos minutos. El viejo lanzaba la radio sobre el sofá y uno volvía a su cuarto intentando olvidarse del asunto, un tanto avergonzado por el equipo de su País, siempre hincando la rodilla frente al extranjero avasallador, por mucha furia, quinta del buitre o tiqui-taca que los medios de turno quisieran inflamar.

A mí esto del fútbol no me levanta el peinado, pero cuando juega la selección el asunto es otro, las sensaciones son diferentes. Este equipo me pone cachondo, y la excentricidad de su entrenador también. Viejo sabio, conocedor del instinto español, corre a los vestuarios solo, con el rostro sereno. Me gusta esa actitud.

Imagino que mascullará la victoria en silencio, sin importarle una mierda que a las cámaras no les caigan bien los individuos inexpresivos. Al español de sangre caliente le gusta regocijarse en la alegría, pero también disfruta morbosamente de la desgracia. El viejo perro es consciente de que se está paseando constantemente por el filo de una navaja mediática dispuesta a rebanarle el cuello a las primeras de cambio.

Mientras tanto ahí están esos millonarios en calzones, macarras, chulos, iletrados, guapotes, incluso un negro al que no había visto jugar en la puta vida.

Me pone este equipo, es ganador, con él me cobro muchas tardes de verano, muchos nudos en la garganta, muchas ilusiones rotas.

Ahora hay una fiesta cojonuda en la calle, también me pone, qué cojones, ya era hora joder, ya era hora, que la gente lo celebre. Hay que follarse a una alemana antes del domingo.

YA ERA HORA, ¡¡¡JODER!!!!.

RAYUELA

 

A Cortázar llegue pronto y mal, antes de la aventura filológica. Por aquel entonces yo era un pésimo estudiante de derecho y apenas pisaba el aula Mergelina.

El primer día de clase, mientras caminaba en dirección a la Facultad, sucedió un incidente al que debería haber prestado más atención: un pájaro se cagó en mi cazadora de ante.

Era una cazadora muy apreciada por mí, como de intelectual de quiero y no puedo.

Con aquella prenda pretendía construirme una identidad de tipo interesante y hermético, pero debajo de ella se escondía un politoxicómano de provincias que despertaba ante el  mundo escuchando música industrial.

Aciago resultó el incidente del pájaro, aunque no menos grave que entrar en el aula y encontrarla llena de auténticos retrasados mentales.

Los tipos que por allí pululaban eran pijos de manual, auténticos soplapollas, niñatos soberbios con el pelo embadurnado de gomina y los pantalones cortados a la altura de los tobillos. Ellas eran monas, la verdad, pero se reían constantemente por nada y aquello resultaba irritante para el tipo hermético que yo deseaba ser.

Me senté en la última fila, como siempre había hecho en las aulas, y allí mismo empezó un chaparrón que duró cierto tiempo, al cabo de un mes descubrí que de un aula de doscientos no había hablado con nadie.

La primera hora de la mañana era un calvario. Derecho era, y sigue siendo, la carrera de los indecisos y los pragmáticos, pero aquel año las previsiones de matriculación se habían desbordado y el  Decanato no supo anticiparse al problema de la masificación.

Los alumnos de primero quedaron abandonados a su suerte: ciento veinte puestos para unos doscientos y pico tíos.

Si uno llegaba al filo de las nueve encontraba todos los asientos reservados con folios. El gremio de los pijos ya había urdido grupos compactos que se turnaban para reservar sitio a sus compañeros. Uno de ellos se pegaba el madrugón y se colaba en el aula media hora antes de las clases, repartía folios con los nombres de sus amigos por los puestos y se iba a desayunar. Quien llegaba después se tenía que joder y sentar en el suelo a tomar apuntes.

 Era una tremenda injusticia, nadie se quejó, aquello era el sálvese quien pueda y todo el rebaño acató el protocolo. Como yo no formaba parte de aquellos grupos solamente me quedaban dos opciones: o bien madrugaba por mi cuenta todos los días, o bien me quedaba sin sitio.

Naturalmente opté por la segunda.

Recuerdo a un chaval de un pueblo cercano enfrascado en una pelea con uno de los pijos. Si yo pago matrícula como tú, tengo derecho a sentarme en un sitio – decía,- me parece bien que la gente madrugue, pero que un tío pille sitio para veinte,  eso ya es abusar.

Yo miraba la escena un tanto resignado, dentro de mi chupa de ante, dándole la razón al indignado y deseando que el techo se desplomara sobre el pijo de turno que ya se estaba mofando de su adversario jaleado por su camarilla de clones. Hubiera sido fácil meterse en jaleos con aquella gente, pero yo debía mantenerme fiel a mi hermetismo y jamás tomé partido ante los abusos, por aquel entonces era bastante gilipollas y bastante respetuoso con las injusticias.

La solución: ninguna. Las arcas de la Universidad engordaron y para evitar que el problema de la masificación se trasladara a segundo se tomó una medida drástica: endurecer el nivel de los exámenes. La criba estaba servida.

Dadas estas circunstancias fue natural que después del primer mes decidiera ausentarme de las clases.

De manera que salía de casa cada mañana y en lugar de dirigirme a la facultad entraba en la Biblioteca Pública. Realmente no hacía nada, bueno, hacía de todo, menos construirme un futuro.

Pasaba unas cuatro horas allí metido, leyendo revistas en la Hemeroteca o viendo alguna película en la sala Multimedia. De vez en cuando agarraba un libro y si me enganchaban las primeras páginas lo sacaba en préstamo para disimular mis tardes de estudio en casa.

En mitad de aquella rutina me encontré con Julio Cortázar por primera vez.

 

El primer libro de Rayuela que tuve entre mis manos era realmente cochambroso. Tenía la cubierta resobada, tanto que el estampado del lomo se había vaporizado bajo los cientos de parches de celofán que intentaban evitar el desprendimiento de las tapas.

Al hojearlo el aire se impregnaba de un tufo húmedo, como de acetona. Si se le forzaba, las hojas terminaban por desencolarse en una suerte de suicidio ceniciento.

En efecto, aquel volumen era el supremo martirio para los lectores escrupulosos de la Biblioteca local. Otros tantos ejemplares, vapuleados por mil manos, aguardaban también su préstamo en los estantes de San Nicolás, pero ninguno superaba la calidad ruinosa de Rayuela.

Lo primero que me llamó la atención fue el tablero de dirección impreso en la contraportada, a su manera este libro es muchos libros, citaba el comienzo, y más abajo un guión numérico con la correlación natural de los capítulos. Fue inevitable pensar en aquellos libros de TIMUN MAS que había leído durante la infancia en los que podías elegir tu propia aventura.

De manera que el autor pretendía establecer una complicidad directa con el lector. Una vez escrito dejaba abierta la posibilidad de cientos de lecturas particulares, a su manera este libro es muchos libros….MENUDO CABRÓN, pero decidí no andarme con rodeos y abordar la lectura de seguido, sin esos saltos que proponía Cortázar en su tablero de dirección.

Tengo que reconocer que la primera vez me costó leerlo, incluso lo dejé por imposible. Por aquella época me entusiasmaba mucho más Salinger o Kerouac. Un politoxicómano de provincias no tenía ninguna disposición para leer una novela tan hermética, con tantas citas y guiños para eruditos.

Pasaron algunos años y volví a él, ya enfrascado en la Filología, y aún no se muy bien por qué, los piolines debieron ser, que ya patiné con Oliveira de por vida.

Rayuela transformó mi vida, al menos durante aquel tiempo en el que creí que todo lo que se podía decir ya estaba dicho en aquel libro.

condicionó mi conducta de por vida, aunque quizás mi conducta venía ya hilvanada y lo que sucedió fue que Rayuela terminó de rematarla.

Un libro de dualidades, lado de acá, lado de allá, cielo e infierno, París y Buenos Aires, la Maga, Oliveira.

 Descubrí para mi asombro que yo también miraba los ríos en lugar de nadarlos, (Oliveira, al igual que yo, no hubiera imprecado a alguno de aquellos pijos que disponían folios blancos sobre los asientos corridos), que a mi alrededor había muchas magas capaces de existir sin preocupaciones, que mis preocupaciones pos-adolescentes no tenían ninguna importancia porque lo malo vendría después. Descubrí que fuera donde fuera siempre me sentiría un extraño.

Rayuela, a pesar de su difícil lectura, es un libro juvenil. Hay que leerlo con veinte años porque es una lectura ideal para ociosos o desencajados.

De vez en cuando vuelvo a abrirlo para leer un capítulo al azar, aunque siempre caigo en la costumbre y termino repasando los memorables: El 28, la muerte de Rocamadour, el 23, el concierto de Berthé Trépat, el 41, Oliveira y Traveler intentado alcanzarse mediante un tablón de madera….

Siempre que se me ha presentado la oportunidad lo he regalado, aún cuando sepa de antemano que no va a ser leído. Lo he recomendado, lo he defendido, lo he llevado a todas partes y nunca lo he olvidado.

Para mí es, y lo seguirá siendo, un espejo macabro de lo que fui, soy y llegaré a ser.

 

 

Psss, loco, ya tienes el doce para continuar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo esto no lo había visto….buuuufffffff

 

EL VAGABUNDO

 

Salí a pasear,

por las calles pavimentadas de oro.

Levanté algunas piedras,

descubrí la piel y los huesos

de una ciudad sin alma.

Salí a pasear,

bajo un cielo atómico

dónde la tierra no girará,

y la lluvia arde,

como las lágrimas cuando dices adiós.       

Sí, me fui sin nada,

nada salvo tu pensamiento.

Me fui a vagabundear.       

Me fui a la deriva,

por las capitales de lata,

donde los hombres no pueden andar,

ni hablar libremente,

y los hijos se turnan con los padres.

Me detuve fuera de una iglesia,

donde a los ciudadanos les gustaba sentarse.

Decían que querían el Reino de los Cielos,

pero no querían a Dios en él.      

Salí a cabalgar,

por esa vieja autopista de ocho carriles.

Pasé por miles de señales,

buscando mi propio nombre.   

Salí sin nada,

salvo la idea de que tu estuvieses allí también.

Buscándote.

       

Fui allí,

En busca de experiencias

Para probar, tocar,

y sentir tanto como

un hombre pueda

antes de arrepentirse. 

Salí buscando,

buscando un buen hombre.

Un espíritu que no se doblara o rompiese,

que pudiese sentarse a la derecha del padre.

Salí a pasear,

con una bíblia y un revolver.

La palabra de Dios descansaba fuerte en mi corazón.

Estaba seguro de ser el único.

Ahora Jesús, no esperes más.

Jesús, estaré pronto en casa.

Sí, salí a por los papeles.

Le dije a ella que estaría de vuelta al anochecer.     

Sí, me fui sin nada,

excepto la idea de que estuvieses allí también.

Buscándote.

Sí, me fui sin nada,

nada salvo tu pensamiento.

Fuí a vagabundear.

Frases que oigo en el trabajo, todos los días, unas cien veces:

 

-          ¿En qué librería está la copy?

-          ¿Me dejas ver tu compilación?

-          Te has metido en un bucle infinito

-          Estoy hasta los cojones

-          ¿Te va el correo?

-          Ese campo está mal informado

-          Pon una duda en las rápidas.

-          ¿Puedes pegarme las pruebas?

-          Eso está mal

-          ¿Has mirado en el documento de rutinas generales?

-          Lanza el programa y me cuentas.

-          El cuaderno de carga es una puta mierda

-          ¿Vamos a echar un cigarro?

-          No estás informando la fecha

-          ¿Te va bien el Némesis?

-          Quiero irme a mi casa

-          Revisa tus imputaciones

-          Se ha caído el host

-          Qué larga se me va a hacer la tarde

-          No bajo al café, me estoy peleando con una rutina

-          Estoy hasta los cojones de la calidad

-          Ese campo no existe en la copy

-          Me cago en su puta madre, hace un rato el programa funcionaba

-          Tienes un casque en la precompilación

-          ¿Me dices cual es tu librería de jobs?

-          Tengo asignado un programa con miles de validaciones.

-          ¿Has lanzado con traza?

-          ¿Te autogestionas el viernes?

-          Pon unos displays

-          El programa me da una puta C en calidad

-          El creique y el penseque son amigos del tonteque

-          ¿Has hecho peer-review esta semana?

-          Se ha estropeado la máquina del café

-          ¿Este programa hace rollback?

-          La tabla a la que accedo está pillada

-          Joder, todavía son las cuatro y media

-          El proyecto renault se muere

-          El programa me falla en el bind

-          ¿Has imputado en el Artemis?

-          Hay una nueva versión del documento SIS.

-          ¿Otro cigarrito?

-          En esta empresa, ¿Hacen casting de feas?

-          ¿Me dices a que petición pertenece tu programa?

 

Y así hasta la naúsea….

CONTROL, The Story of Ian Curtis, Joy Division.

 

¿Alguien quiere verla?, que me lo diga. Me he tomado la molestia de ponerle subtítulos en castellano.

 Evidentemente, nunca llegó a nuestro País. A ver si esto de Internet me va a acabar gustando….

P.D : molona la secuencia que pongo, Ian Curtis camino del curro.

Lo llamábamos el infierno.

Ya no teníamos edad para bajar allí pero en la calle hacía frío y los bares eran aburridos. Era un garaje bastante tenebroso, muy sucio, el temporizador de la luz duraba apenas cuatro pasos, lo que tardábamos dos en escondernos del otro.

A veces nos tomábamos un descanso, y entonces J. accionaba con la llave el ascensor de la vivienda para que bajara al nivel del garaje y al menos tuviéramos un filo de luz en medio de las tinieblas.

El filo de luz que salía de la puerta le daba un aspecto aún más fantasmagórico al lugar. Era un marco rectangular, amarillento, allí donde apenas llegaba su radio se perfilaban las carrocerías de los coches y las vigas peladas, o la silueta de una Bultaco polvorienta que en cierta ocasión intentamos arrancar sin éxito.

Bajábamos ya por costumbre, en medio de la noche, cuando todos los residentes habían aparcado sus coches y nadie pudiera molestarnos allí. Hablábamos en susurros junto al filo de luz, mientras fumábamos un cigarrillo o establecíamos turnos para escondernos. Hablábamos en susurros, no sé muy bien por qué, pero una noche nos dio por alzar la voz. Estaríamos discutiendo por alguna chorrada junto al filo de luz, no lo recuerdo muy bien, pero en cierto momento nos callamos los tres a la vez y nos miramos estupefactos. Algo estaba pasando. Yo sentí un rumor eléctrico por la espalda, como si alguien me hubiera lanzado un cubo de agua. Cuando miré a los otros dos el estremecimiento se multiplicó, a ellos les estaba pasando lo mismo, algo nos estaba echando de allí, en tres segundos el infierno se convirtió en un lugar hostil que nos obligaba a marcharnos.

Sin decir nada tomamos el ascensor y salimos al frío de la calle, con el rostro desencajado. Lo realmente curioso no era la sugestión, sino que esta hubiera obrado con los tres al mismo tiempo, transmitiéndonos las mismas sensaciones.

Lo teníamos bien claro, a ese algo no le hacía gracia que estuviéramos en el infierno, había decidido expulsarnos de allí. Estuvimos un buen rato deambulando por San Martín, intentando darle una explicación coherente al asunto, hasta que por fin decidimos marcharnos a casa en medio de la niebla, completamente acojonados.

J., que tenía vocación de líder y mucho afán de protagonismo, comentó a la tarde siguiente que se había llevado a la presencia consigo, después de despedirse de mí junto a la entrada del Puente Mayor, y que había estado toda la noche observándolo mientras dormía, al fin y al cabo era su garaje, y aquella idea nos tranquilizó bastante al señor venom y a mí.

 A pesar de todo no volvimos a bajar al infierno, por no molestar a ese algo que nos había expulsado de allí durante aquella noche….

 

 

Los movimientos anarquistas siempre me interesaron, quizás por pensar inocentemente que en algún momento de nuestra historia hubiera sido posible aniquilar por completo a la burguesía. Pero ha sido la propia historia quien ha terminado convirtiendo al anarquismo en una leyenda, en un ideal inalcanzable, cuando no en un apestado movimiento marginado por su violencia, a veces olvidado, otras rescatado por jóvenes inconformistas que terminan por olvidarlo en la laxitud de nuestro estado del bienestar.

Qué penita mora, ¿no?

Lo cierto es que si el anarquismo hubiera dado sus frutos ( sangre, sudor, lágrimas para lograr la igualdad de clases), no tendríamos que soportar a la democracia, esa fórmula repugnante en la que el individuo nace, crece, consume y se reproduce bajo un concepto de libertad controlado por la cantidad de billetes que acumule en su bolsillo.

Cuando me cago en los muertos de la democracia el personal me mira estupefacto, aunque ya he aprendido a morderme la lengua no lo puedo evitar, uno lo lleva dentro y lo suelta sin más.

La gente te mira como si fueras la reencarnación del mismísimo Mussolini, su estrechez mental les conduce irremediablemente a anteponer el estado dictatorial frente al democrático, y entonces, si hay ganas, después de observar que acabas de meter la pata y de certificar la subestimación que ya tenías por tu auditorio, intentas justificarte y te extiendes en el concepto de la anestesia, citas Apocalípticos e Integrados de Eco, y entonces enredas más la madeja hasta que decides cerrar el pico. Esto lo hacía antes, la edad me ha enseñado a callar más que a hablar, pero bueno, todo este mamotreto viene a cuento de Salvador.

Saqué la película ayer de la biblioteca, animado por los ecos del anarquista que un día fui, y me encuentro con una película más, un truño revisionista que pasa de largo sobre el anarquismo y se centra en la lucha contra el régimen franquista.

Es pretenciosa, de guión abrupto y escenas artificiosas. Desde que se le ocurrió a Lars Von Traer poner filtros en la cámara para transmitir dramatismo al espectador, cualquier director de provincias español abusa de ellos hasta en las escenas más relajadas.

No solo es mala en lo formal (manierismo, primeros planos sin fuerza, saltos abruptos entre las escenas), sino que el guión es una puñetera mierda. Lo más importante (la vida de Salvador) se desarrolla a la velocidad de un videoclip, y la secuencia de la ejecución dura media hora larga. Se pretende de esta manera transmitir angustia al espectador y lo que realmente consigue es pesadez. En fin, este tío (ni siquiera me he molestado en ver el nombre del director) ha dirigido una desatinada ensalada de Munich, En el nombre del Padre y Pena de Muerte, los calcos son alarmantes y lo que es peor: impunes.

Hasta la moraleja es penosa, un accidente naif en medio de tanto artificio. El funcionario de prisiones que vigila a Salvador en la cárcel durante su internamiento, sufre una catarsis democrática y finaliza la película soltando exabruptos contra Franco y el régimen, de partirse el culo, es una metáfora de esa España que abría los ojos a la libertad, pero no se la cree ni dios.

Lo mejor: Daniel Brühl(Good Bye Lenin, le pasó factura para bien, ahora toca para mal por dejarse convencer para una película tan mala), impresiona oírle hablar catalán y español, su fonética es mejor que la de mucha gente autóctona que conozco.

Lo peor, a parte de lo dicho: la historia de siempre, la colección de clichés revisionistas que van apareciendo uno a uno a lo largo de la película.

Se podría haber aprovechado el tema para enseñar un poco al borrego espectador español y al catalán lo que fue el anarquismo, las bombas no eran para Franco ni sus jerifantes, las bombas eran para otros….

Hay una escena muy breve, pero muy acertada: Franco está a punto de cascarla y los compañeros anarquistas de Salvador están sentados en las escaleras de la cárcel Modelo mientras contemplan como entran en el módulo un grupo nutrido de manifestantes, socialistas en pañales, los que ahora posan su culo burgués en los escaños del parlamento Catalán y español.

Uno de los anarquistas mira al grupo con desprecio y comenta a sus compañeros:

-          Algún día trabajaremos para esta gente.

Son los únicos cinco segundos ( de hora y media ) en los que realmente hay algo de fundamento, cinco putos segundos, menos es nada. ¿no?, en fin, voy a dormir.

A BULLET IN YOUR HEAD

 

Los del chunda-chunda con las ventanillas del coche bajadas son una raza autóctona, ¿no creen?, ¿no hay otro tipo de música para martirizar al resto de conductores?, aunque el modelo del coche sea distinto, ¿escuchan todos el mismo disco?,  señores políticamente incorrectos : ¿no les entran ganas a ustedes de meterles cuatro hostias?, ¿es que nadie puede ir al volante con música decente?¿Son nuestros conductores unos paletos musicales?¿son paletos sin más?, ¿por qué se empeñan en imitarse?, puta guerra de clones, en serio, ¿no les entran ganas de meterles cuatro hostias?, con este calor que ya va alterando el ánimo….¿no harían añicos esos cedeses después de meterles cuatro hostias?, diossssssssssss

 

They say jump

Ya say how high

Ya brain dead

Ya gotta fuckin’ bullet in your head