Terminas de explicarle al nene, por enésima vez, las oraciones impersonales. Antes de irte, con el abrigo en el antebrazo y tras consultar el móvil, el nene mira al techo de su habitación, suspira, luego menea la cabeza en dirección al portátil y dice: “ algo le pasa a mi ordenador”. Ahí empieza todo.
Te acercas al ordenador, lo enciendes con la esperanza de soltar un diagnóstico apresurado, porque te mueres de hambre, son las ocho de la tarde y llevas ya doce horas fuera de casa. El nene menea su naricilla frente a la pantalla, te retira el ratón de la mano “mira”, dice, y te enseña el quesito del disco duro a rebosar. Inevitablemente piensas: emule, carpetas de onanista con acné, películas de sopapos y discos de Estopa, “joder”, le recriminas, “lo tienes a tope”, y el nene te mira triunfante, “ que va”, dice, “ayer mismo grabé todo en estos deuvedés”.
“Está de coña”, piensas, “no es capaz de localizar un puto Objeto Directo así que vamos a ver lo que tiene por ahí”.
Son las ocho y diez, y a cada carpeta explorada ves que el puto crío tiene razón, no hay nada en su disco duro, los vídeos de coches tuneados pegándose piñazos, las fotos de su campamento de verano, las pelis porno, la discografía de Pereza, todo ha sido almacenado en una torreta de cedés.
Te acomodas en la silla, algo pasa, el desfragmentador es un arco iris con ausencia de verde, las carpetas deben pesar 10 GB y el disco duro presenta 50 llenos. Terminas dándole la razón, algo le pasa al ordenador. “Internet tampoco me va”, se lamenta, “¿sabes formatear ordenadores?”.
“Sí”, contestas, y a continuación piensas que tu lengua, en numerosas ocasiones, mejor estaría metida en el ojo del culo. Y todo se desencadena en un instante. La petición que el nene ha barruntado durante toda la hora ha tomado cuerpo, y por su expresión triunfante parece haber recibido ya una respuesta. “Hay otras soluciones para esto”, murmuras, pero el nene menea la cabeza, “no me importa perder archivos”, asegura,”lo he grabado ya todo”.
Y entonces piensas en su madre, en la factura que le pasas a fin de mes por las clases de lengua y en el trabajo extra que te espera. A modo de tregua, antes de lanzarte a la piscina entonas un “mañana vengo un ratín y lo miramos más a fondo”.
El nene queda satisfecho, te despide en la puerta de su casa con una sonrisilla en los labios, y al día siguiente madrugas, a la misma hora que los cuatro anteriores, pero piensas en la ducha, “qué coño, hoy es viernes” y a las once de la mañana empiezas a elaborar una composición de lugar para el puente que espera, y te acuerdas del nene, y miras Internet, y te enteras de que hay virus que replican carpetas hasta la nausea y de los bloqueos de sectores de memoria y mil cosas que ni entiendes ni quieres entender. A tus espaldas el alumno aventajado de la clase pica código junto a la ventana, puedes levantar tu culo de tu silla, ensayo fallido de ergonomía, dar cuatro pasos y abordarlo por la espalda mientras se pelea con un programa que es para ayer, en lugar de eso le mandas un correo interno, con salutación y una breve explicación del fenómeno del disco duro lleno sin estarlo. Send mail y esperas respuesta, mientras le contemplas el bombo a una compañera preñada que también está picando un programa que es para antesdeayer.
Sabes que habrá respuesta al correo, y en efecto llega una en la que se sugiere linux y a modo de coña montarle una red invisible al nene para robarle sus archivos. El fenómeno del disco duro sin estarlo le es familiar al alumno aventajado, él ha visto cosas que nosotros no podríamos ni imaginar, amaneceres de datos en los bucles de javascript, todas esas compilaciones se perderán, como caracteres ascii en mitad de un documento con formato.
Sales del trabajo, mal comes y guardas la ropa en casa metiendo los drivers del cacharro del nene en el pincho. Caminas hasta su casa consciente de que al menos te quedan tres horas más para inaugurar el dichoso puente de la Constitución.
Medidas drásticas: las más efectivas. Formateas el cacharro conmovido por los ruegos del nene. Pasas una tarde encerrado en su cuarto bebiendo cocacola y comiendo doritos de queso en una cesta de mimbre. Su madre asoma por la puerta de vez en cuando, “no necesitamos nada” dices, “solo un poquito de paciencia”, piensas. Mientras tanto el nene aporrea las teclas de su teléfono móvil, charlas insustanciales con sus compañeros de clase de las que te hace partícipe, sin tú quererlo. Pero te enseña la pantallota azul mentolada de su móvil 3G, o como coños sea. Te importa una mierda, pero el nene se escojona de la risa cada vez que lee un mensaje nuevo, y piensas en la factura mensual que el nene debe cargar a la cuenta de sus padres mientras descomprimes ficheros y ejecutas interminables procesos de instalación.
Al nene se la trae floja que su disco duro palpite bajo el azote de mil virus, le importa tres cojones exponer sus archivos a cualquier lammer o que la impresora quede a punto para publicar tres Quijotes enteros tras media hora de configuración. Cuando acabas de ejecutar el último driver caes en la cuenta del desastre, piensas en ese cedé de linux que no has metido en el bolsillo, en el alumno aventajado y en la madre que parió a paneque.
Disco de windows pirata, office y demás aplicaciones bien dispuestas y SE TE HA OLVIDADO EL EJECUTABLE PARA EL LAN.
El nene tiene la mirada vidriosa, ensaya un amago de llanto cuando ejecuta el Messenger(su aplicación favorita) y aquello no responde. Busca el icono del ‘chupa-chups”, así lo llama, junto al área de notificación, y no lo encuentra. Tú tampoco lo encuentras, “cómo cojones lo vas a encontrar”, te dices, y maldices tu suerte mil veces mientras el jodío nene te mira con expresión severa, como diciendo “eres un perfecto inútil, tres horas aquí para nada”. Luego entra la madre en el cuarto, que tras un par de horas huele a sobaco y desencanto, “¿te va ya Internet?”, pregunta, y recibe un “no” por respuesta que no sale de ti, sino de la vocecilla lastimera y derrotada del nene. Y es que a la madre le interesa la educación del nene. Ella no entiende de ordenadores, aunque se consume durante ocho horas en un edificio de la administración pública rellenando formularios sobre una pantalla verde cuyo uso ha aprendido a base de cocotazos según explica. Y es que la madre interpreta, después de alguna charla subvencionada por Telefónica acerca de las nuevas tecnologías en el salón de actos del Colegio, que Internet es beneficioso para su hijo, un apoyo a su aprendizaje y por ende, desde el día de su instalación, resultando fallidos todos los anteriores, el mejor acicate para mantener a su cachorrillo en casa en lugar de perderlo en algún parque haciendo botellón o comprándole caramelos con droga a gitanillos siniestros.
Entonces optas por una retirada a tiempo, ya no hay nada que hacer allí, salvo aguantar el silencio del nene y los consuelos desesperados de esa madre preocupada por el bienestar de su cachorro " tranquilo hijo, puedes pasar el puente sin Internet".
La escena te conmueve, por un instante piensas en bajar a un ciber, meter el dichoso driver en el pincho, subir a su casa de nuevo, configurar la wifi los cojones y tirar para tu sofá con la satisfacción del trabajo bien hecho sobre las espaldas, pero es que te arden las retinas, has nacido para masticar tabaco y derrota a dos carrillos. Te metes la lengua en el culo y te despides con un “hasta pronto, volveré, todo irá bien cuando regrese”. Has pasado tres horas en un templo de la masturbación, sin poder fumar y bajo una bandera del barsa. Te has roto los cojones dejando el PC del puto crío a punto y es como si no hubieras hecho absolutamente nada.
Conclusiones:
1º Conoce mejor a la gente.
2º Dales solo lo que necesitan, el resto les sobra, no te lo agradecerán.
3º Escribe para desahogarte.
4º Menos despistes.