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Se llama Víctor, es matemático, compañero de trabajo, poeta con varios libros publicados y varios premios bajo el sobaco, zamorano. Un tipo muy peculiar que me llena los correos internos con frases lúcidas y lucidas, sus sorprendentes comentarios amenizan las mañanas de la oficina, mañanas oscuras, lluviosas, tactactactac, los dedos sobre los teclados, luces de neón, apenas tenemos tiempo, somos grises, miramos la carne, nos reímos y vuelta a empezar, malgastamos el tiempo, a pesar de todo Víctor se saca de la manga poemas como este, se conoce que la rutina le inspira más que a mí. Me lo deja publicar en este espacio que nadie lee un poco a regañadientes, creo, igual me equivoco, aunque puede que no ( como diría él ) para mí es un orgullo y un honor hacerlo: 

Sin decir casi nada

 Conducir empleando los ángulos muertos
referencia indicación señal obligatoria.
Tomar la botella de ginebra entre las manos
mirar al sol desde el fondo, por fuera
la botella llena o medio llena, no beber.
Absurdo caleidoscopio monocromático.
Mirar pasar en el paseo las paisanas que te gustan
sin decirles nada, sin atreverte. Son tantas...
¡ Son todas!

Cenar fuera de casa o salir después de cenar
no regresar hasta las 4 mínimo sabiendo
que mañana hay que madrugar. El curro.
Observar los nuevos especimenes nocturnos
“ecosistema” – biodiversidad- tan evolucionados y distintos al de
hace unos pocos años, situación : el mismo lugar.

Me aplico la coca-cola en la herida de mi boca
me aplico el frío del limón en los dedos de las manos
alguien habrá a quien le guste o se lo habrán contado.
Monos, vámonos, va monos descendiendo descendidos.

Torear el toro del alba
esperar al jefe a la puerta de su casa
antes de ir al trabajo para saludarle:
Buenos días, jefe, qué pronto nos levantamos hoy
utopía: se levanta mucho más tarde.

Regresar a la vista del público con la imagen fresca de aquel que no ha
                                                                                                                                                  dormido
y  ni siquiera le hace falta.
Recién afeitado sin necesidad de la brocha ni tantas mandangas
como los mandingos
vulgar alucinación, cortes con cuchillas, mierdas de después del afeitado.
Precipito la mirada a través de los cristales de cierta oficina
se marcha la gente son cerca de las diez, el tiempo
se ha comprimido tanto que nos constriñe, asfixiándonos.

Me voy al café no hay pinchos de tortilla hoy.
Releo lo que he escrito entre el viernes y hoy.
Paranoia que crece, se camufla.
Y no pensaba que había escrito tanto
sin decir casi nada.  

 

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